Desde los suaves valles surcados por numerosos arroyos, la tierra del ajo blanco, entre nieblas y sol, el campo de Lomagnole adquiere un aire toscano, desmentido por la visión fugaz de la cordillera de los Pirineos. Las fincas de piedra y ladrillo, las grandes casas bajas con tejados de tejas y las fachadas con altos porches prometen bellos encuentros arquitectónicos. Pueblos pintorescos, bastidas, iglesias y capillas, castillos, palomares…
La Lomaña es una región que hay que conocer bien, y tomarse el tiempo de explorar su territorio con la mente despierta y la mirada atenta.